El Barcelona se abraza como un náufrago a la Champions, la competición que ha marcado el declive azulgrana desde que salió campeón en Berlín, vencedor de la final disputada contra la Juventus en 2015. El rosario de derrotas en campo contrario ha sido tan doloroso desde entonces como su eliminación en la fase de grupos de las dos últimas ediciones y posteriormente en la Liga Europa, marcada por la invasión del Eintracht. Ahora, a la tercera, ha alcanzado los octavos de final y por el contrario ha quedado rezagado en la Liga —a ocho puntos del Madrid—, eliminado de la Copa del Rey y derrotado en la Supercopa.
El cruce contra el Nápoles que comienza en el Estadio Diego Armando Maradona (21.00, Movistar) adquiere por tanto una importancia decisiva desde el punto de vista deportivo y también económico después de conocer el límite salarial —66 millones menos que el verano pasado— facilitado por la Liga. Agotadas las palancas, al Barça no le quedará más remedio seguramente que traspasar jugadores, posibilidad que se siente tan probable que algunos ya han salido señalados como De Jong. La irritación del holandés, sin embargo, es con la prensa, al igual que pasó con Xavi, que anunció su adiós para el 30 de junio.
El discurso del entrenador y de los jugadores va en el sentido contrario del que expresa la crítica, que en su mayoría coincide en que el equipo azulgrana no juega bien, invicto en terreno ajeno en la Liga y por el contrario abatido en su estadio por el Madrid, el Girona y el Villarreal. La inestabilidad es todavía peor en el Nápoles, aunque la necesidad es diferente, sobre todo por el sistema de propiedad del club que gobierna De Laurentiis. Hasta cuatro entrenadores han desfilado por el Nápoles desde que conquistó la Liga con Spalletti. Ni Rudi García ni Mazzari han aguantado y el presidente se ha encomendado a Calzona.
El técnico, que fue ayudante tanto de Sarri como de Spalletti y actualmente es el seleccionador de Eslovaquia, fue presentado precisamente en la vigilia del partido contra el Barcelona. Al igual que ocurre con el Barça, el Nápoles no se estabiliza desde que en mayo ganó el scudetto, tercero en su historia después de los dos conseguidos en tiempos de Maradona (1987 y 1990). Actualmente es noveno en su campeonato, perdió también la Supercopa y fue eliminado de la Copa por el Frosinone. La hinchada napolitana confía en el cambio de entrenador y en el regreso de Osimhen para derrotar al Barcelona.
También los azulgrana recuperan a João Félix y Sergi Roberto. El equipo necesitará las mejores versiones individuales para enfrentar a un rival que cuenta con “tres delanteros muy buenos”, según el diagnóstico de Xavi. “Serán muy importantes las vigilancias defensivas y evitar contras”, añadió, consciente de que no se sabe cómo funcionará el Nápoles con un solo entrenamiento con Calzona. “El escenario es ideal para demostrar lo que sabemos”, zanjó Xavi. El buen momento de Lamine Yamal y los goles de Lewandowski animan al Barça.
El reto es competir mejor y aumentar el nivel de juego en un ambiente no especialmente sereno y de concentración si se tiene en cuenta la intervención de De Jong. La ira del holandés se une a las manifestaciones de Xavi en Vigo —”hay una estadística según la cual iríamos líderes por las ocasiones que generamos”—, el enfado del presidente Laporta por el empate con el Granada —voló una bandeja de canapés en Montjuïc— y la carta de Víctor Font, candidato a las elecciones de 2021, en que pide la refundación del Barça.
Alcanzar los cuartos es prioritario para un club que de alguna manera compate un carácter volcánico y autodestructivo con el Nápoles.
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