David Martín Lozano (Barcelona, 1977) anticipa la jugada cuando ve que el fotógrafo se dispone a retratarlo con el chándal azulgrana de la selección nacional de waterpolo. “Así no, ¡que parezco del Barça!”, dice, quitándose la sudadera. Desde que dirige a España, el equipo que este madridista confeso construye pieza a pieza ha crecido progresivamente hasta convertirse en el más poderoso del mundo. Desde 2018 ha entrado al menos en todas las semifinales de los grandes torneos. El oro en el Mundial de Budapest en 2022 y el Europeo que acaba de conquistar en Zagreb, lo colocan a él y a sus jugadores en lo más alto de la pirámide de la delegación española que acude a los Mundiales de Natación de Doha, junto con la selección femenina, el equipo de saltos, el de natación artística, y el de natación en línea.
Pregunta. ¿Cómo se prepara un Mundial en febrero después de disputar un Europeo en enero y con unos Juegos previstos para julio?
Respuesta. Hicimos la preparación física sin llenar el depósito para el Europeo. Dejamos un poquito para el Mundial. El equipo ha sabido competir con niveles de preparación no muy alta y ahora podemos estar mejor que en el Europeo. Espero que ahora el equipo dé su mejor nivel.
P. ¿En qué momento anímico llegan?
R. En el momento más bueno de esta generación. Ahora somos capaces de ganar partidos sin jugar bien. Antes nos costaba. Antes teníamos que hacer un gran waterpolo para ganar a determinados rivales. Ahora incluso en la final del Europeo no estuvimos en un grandísimo nivel sino que fuimos muy competitivos y supimos adaptarnos. Es el gran salto que ha dado esta generación. La ambición es muy alta. Confiamos en que los rivales para ganarnos tienen que sudar sangre.
P. Es evidente que España tiene una ventaja estratégica que explica la superioridad constante respecto a potencias como Serbia, Croacia, Hungría o Italia. ¿Cuál es?
R. Conseguir una cultura del esfuerzo muy importante. No hay verano que los jugadores se relajen. Esta generación ha pasado por un proceso de estar cerca de las medallas y perderlas, o de perder finales rápido, y empiezas a pensar cómo puedes ganar. Quieres trabajar más y esta es la mentalidad. Nos ha costado llegar al oro. El primer oro fue en el 2022. La otra clave es que tácticamente somos muy variables. Estos son jugadores muy abiertos. Cada verano metemos algo nuevo y ellos lo hacen también. Esto hace un equipo muy versátil que en cada campeonato ofrece otra cosa y esto los rivales no lo hacen. Son repetitivos. Este equipo no. Este equipo es mejor cada año. Si no mejoras te caes de la lucha. El oro Mundial de Budapest nos quitó una mochila y empezamos a tener otro nivel de experiencia en estos partidos.
P. ¿Qué entiende por versatilidad?
R. Esto es un laboratorio. El jugador debe recibir estímulos nuevos. Si tú cada verano entrenas siempre igual se hace muy aburrido y pesado. Intentamos cambiar algo. Sobre todo en la preparación táctica: ‘Vamos a hacer el hombre de menos de forma diferente, vamos a hacer el hombre de más de forma diferente, vamos a cambiar los contraataques…’. Esto te hace estar más atento y te hace crecer. Otra cosa muy importante es que el grupo cada vez ha sido más amplio. La competencia por entrar en la selección cada vez es más difícil. No te puedes relajar. Antiguamente había jugadores que sabían que venían seguro. Ahora metemos jugadores jóvenes como Sanahuja o Unai Aguirre en Tokio.
P. Entran siete en la piscina pero durante el partido rotan constantemente los 15 y acaban desempeñando todos un rol con fluidez. ¿Cómo se consigue?
R. Tenemos un sistema de juego muy definido donde el jugador improvisa. No jugamos por jugar. Creamos escenarios. Los jugadores están preparados para moverse en cualquier escenario y esto crea fluidez porque cada uno toma decisiones individuales sabiendo que su compañero le cubrirá. La táctica individual siempre tiene que aparecer: lo que no puede ser es que aparezca y los demás no se adapten a ese cambio o no compense ese movimiento. Este sistema hace que durante el partido se vean situaciones muy fluidas que parecen mega-trabajadas. Y son fruto de la improvisación, dentro de un trabajo de muchas horas para que sepan que la decisión de un compañero tiene que ir seguida de otra decisión. Esto tiene que ver con el entrenamiento neurológico de la toma de decisiones para saber qué hay que hacer en cada escenario.
P. ¿Cuál es el campo de visión de un waterpolista, considerando que está metido en el agua hasta el cuello sin hacer pies? ¿A cuántos compañeros controla cada nadador?
R. Esa es la diferencia entre Felipe Perrone, que ve a los seis, y otros a los que les cuesta más. Los roles están muy especificados en función de lo que detectemos.
P. Hay figuras en este deporte que pasan desapercibidas al ojo del aficionado que está de paso. ¿Cómo se explica un Marc Larumbe?
R. Dentro del equipo todos saben que Larumbe es nuestro mejor defensor en el uno contra uno. Creo que es el mejor del mundo en eso. Lo disfruta. Le dices: ‘Marc el equipo te necesita para anular a este tío’. Él tiene la mentalidad. Y anticipa. Tanto en ataque como en defensa los mejores jugadores del mundo son los que anticipan. Siempre les digo que cuando estés defendiendo tienes que pensar como un atacante: “¿Qué harías para evitar la situación favorable al atacante?”. Y al revés. Cuando estás atacado piensa como un defensor: ¿Dónde pondría el brazo? Larumbe en esto es un fenómeno. Y Felipe igual. ¿Por qué Felipe es el mejor del mundo en el contraataque? No es porque nade más, sino porque siempre se anticipa. Antes del lanzamiento él ya se ha ido. Esa sensibilidad unos la tienen en ataque, otros en defensa, y otros no la tienen.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_