Fentanilo: aplicación clínica, riesgos y medidas de control

El fentanilo es un opioide sintético muy potente que ha sido empleado en hospitales durante más de 40 años, convirtiéndose en un recurso esencial para la sedación, el control del dolor y el apoyo respiratorio en pacientes en estado crítico. No obstante, su reciente relación con un brote de infecciones en Argentina, que resultó en 96 fallecimientos confirmados y posiblemente un incremento en los casos, ha destacado nuevamente los peligros asociados tanto a su uso inadecuado como a su consumo fuera del entorno médico.

En mayo, los responsables de salud detectaron un lote adulterado distribuido por empresas farmacéuticas locales, vinculado a infecciones serias causadas por bacterias resistentes. El incidente demostró que incluso los fármacos esenciales pueden transformarse en un peligro si no se siguen estrictamente los procedimientos de producción y control.

El rol del fentanilo en la práctica hospitalaria

En medicina, el fentanilo se administra bajo estricta supervisión y con dosis calibradas en función del peso y estado del paciente. Su capacidad para bloquear señales de dolor y generar sedación profunda lo convierte en un recurso indispensable en cirugías, terapias intensivas y unidades neonatales. Se utiliza comúnmente por vía endovenosa, aunque también existen presentaciones en parches transdérmicos o comprimidos para casos específicos.

El entorno hospitalario se basa en protocolos de seguridad que contemplan la vigilancia de las ampollas, la aprobación doble para su aplicación y la observación continua de los signos vitales. Estas acciones no solo aseguran su eficacia en tratamientos, sino que también intentan evitar que se desvíen hacia el mercado ilegal.

Infección causada por lote afectado

El incidente detectado en el Hospital Italiano de La Plata mostró la existencia de bacterias como Klebsiella pneumoniae y Ralstonia pickettii en un lote asignado a la sedación de pacientes críticos. Las infecciones desencadenaron neumonía severa, fallos en múltiples órganos y alta mortalidad. La investigación concluyó que la contaminación se generó durante la producción, indicando deficiencias en los controles de calidad y la trazabilidad.

Especialistas subrayan que la administración endovenosa de un fármaco contaminado amplifica el riesgo, ya que las bacterias ingresan directamente al torrente sanguíneo. El caso remarca la necesidad de reforzar las inspecciones y mantener estándares de seguridad farmacológica sin excepciones.

Consumo ilegal y crecimiento de la crisis de opioides

Fuera del entorno clínico, el fentanilo es protagonista de una crisis sanitaria global, especialmente en Estados Unidos, donde su producción y distribución clandestina han impulsado una epidemia de sobredosis. Su potencia, estimada hasta 50 veces superior a la de la heroína, y su bajo costo de fabricación facilitan su adulteración con otras drogas como cocaína, metanfetamina o alcohol, aumentando exponencialmente el riesgo de muerte.

En Argentina, el principal problema de consumo se centra en el robo de ampollas de hospitales, y en otros países, su producción ilegal alimenta el comercio clandestino. En ambas situaciones, la falta de regulación en la dosis y la combinación con otros compuestos aumentan los efectos negativos y la posibilidad de resultados mortales.

Posibles peligros y consecuencias negativas

El fentanilo de abuso actúa como un potente depresor del sistema nervioso central, provocando depresión respiratoria, somnolencia extrema, arritmias, hipotensión y, en casos graves, paro cardiorrespiratorio. Su combinación con otras drogas incrementa la hipoxia cerebral y acelera la pérdida de conciencia, dejando poco margen de intervención médica.

Aun dentro del entorno hospitalario, su uso incorrecto puede ocasionar adicción, por lo que el manejo regulado y la observación profesional son cruciales. Los especialistas subrayan que la diferencia entre un uso terapéutico seguro y uno mortal es sumamente estrecha.

Desafíos para la salud pública

La problemática del fentanilo representa un desafío doble: asegurar su accesibilidad para terapias médicas donde es esencial e impedir su desviación y uso ilegal. Resolver este dilema demanda controles farmacéuticos rigurosos, iniciativas de concienciación pública, colaboración entre países y métodos forenses avanzados para detectar riesgos personales y tendencias de abuso.

El caso del lote contaminado en Argentina y la epidemia mundial de opioides confirman que la seguridad en la producción, la trazabilidad y la regulación son pilares para evitar tragedias. Un medicamento capaz de salvar vidas en quirófanos y terapias intensivas puede convertirse en un agente letal cuando se manipula fuera de los estándares médicos o se consume sin control.

By Jaime B. Bruzual